Mikey y Alice no habían caminado mucho para
encontrar un restaurant apacible a pocas cuadras del hospital donde se
encontraba el resto. Se sentaron en una mesa junto a uno de los grandes
ventanales. Dentro, gracias al cielo, hacían unos cuantos grados más que afuera.
- ¡Comida italiana!- suelta Alice entusiasmada
mientras hojeaba el menú que una mesera, demasiado maquillada para su gusto,
les había dejado sobre la mesa.
- ¿Te gusta?- pregunta Mike tratando de no tentarse
con las hamburguesas y pizzas. Era hora de que comiera algo con más nutrientes,
o al menos algo con no tanta grasa, pensó.
- Me encanta, es mi favorita. Al igual que la
mexicana- le responde ella sonriente-. No hay nadie que iguale mis tacos-
agrega con aires de superioridad, arqueando una ceja.
- Si es tal como decís, tendrías que hacer una
competencia con Gerard- le comenta Mikey-. Hasta ahora no he probado mejores
tacos que los de él.
- Así tendrá que ser- y para saldar el acuerdo, se
estrechan las manos.
Después de eso, ninguno volvió a hablar más que para
comentar qué tan buenos estaban sus platos. Había poca gente en el local, y al
parecer ninguno conocía a Mikey. ¡Dios
mío!, pensó Alice, observando disimuladamente al bajista, ¿Quién hubiera dicho que estaría
compartiendo una cena en Francia con Mikey-fucking-Way? Sin quererlo, una
amplia sonrisa se escapó de sus labios, y no llegó a ocultarla lo
suficientemente rápido como para que el chico la viera.
- ¿Está rico?- le pregunta como de pasada mientras
engullía con ganas su plato de spaguettis con salsa bolognesa.
- Sí, sí- le contesta ella revolviendo su plato,
idéntico al de Mike, pero de repente sin apetito -. Igual, no es sólo eso.
Como en las películas, ella esperaba que en ese
momento el chico levantara la vista, intrigado, ansioso por saber la respuesta.
Pero Mikey estaba mucho más entretenido con su comida. Alice esperó unos
segundos para asegurarse de que en realidad no le había prestado atención antes
de darle un puntapié por debajo de la mesa.
- ¡Ay! Pará…- se quejó el muchacho, acariciándose la
pantorrilla en donde había ido a parar el pie de Al- ¿Qué te pasa?
- Dije que eso no era todo por lo que estaba
sonriendo- le explica ella, tratando de parecer la chica más buena e inocente
del mundo.
- ¡Oh, mi estimada Alice!- Mike le toma una mano y
abre desmesuradamente los ojos, y parpadea varias veces- Por favor, continúa.
¿Por qué esta deliciosa comida no es todo por lo que sonríes esta noche?
Ambos se ríen hasta las lágrimas por la mala
actuación del chico. Cuando Al se recompone, le responde.
- Porque, antes de que aparecieras en esa plaza,
estaba pensando en cuán afortunada era al poder haberlos conocido en personas.
Y al estar con vos cenando ahora- sus mejillas se tiñen de un rosa oscuro antes
de continuar-. No quiero sonar como una fan más, pero es la verdad. Toda mi
adolescencia, incluso ahora, los adoro. Antes me parecían personas imposibles
de alcanzar, y heme aquí: cenando con el bajista de My Chemical Romance; siendo
la chica con la que Gerard Way tuvo un amorío. Ya no los idolatro, porque me di
cuenta que son tan humanos como yo, pero…- suelta un suspiro de alivio por al
fin poder estar contándole esto a alguien- Mierda, ¿qué digo? Si cuando están
en el escenario los sigo idolatrando como cuando tenía catorce.
Mikey se queda de piedra en su asiento, consternado.
Realmente esa chica los amaba, aunque, claro, a algunos más que otros. Él era
su amigo, pero Gerard era el tipo con el que ella quería estar. Alice seguía
con ese brillo en los ojos típicos de las chicas y chicos que lograban
acercarse a la banda para sacarse fotos.
- ¿Querés que te firme un autógrafo?- pregunta,
comenzando a reír nuevamente.
- Mejor nos vamos de vuelta al hospital que en dos
horas salimos, y quiero ver qué van a hacer las chicas- le responde ella
perspicaz.
Avril ya había recogido todas las cosas de su novia
en un bolso. Había llamado a la empresa de aerolíneas que frecuentaba para
reservar dos lugares en el vuelo hacia su amada Canadá.
Avie, a quien ya le habían permitido levantarse de
la cama, rondaba por el cuarto estirando las piernas, esperando a que alguna de
sus dos amigas apareciera para darles la buena noticia. Según lo que la
canadiense le había dicho, los chicos de My Chem iban a estar saliendo en
apenas dos horas hacia Barcelona, y lo
más probable era que Alice se fuera con ellos. Pero aún no sabía nada de los
planes que Hilary tenía.
Hil estaba sentada fuera del hospital, en un banco
entre dos arbustos. Aún quería escuchar la propuesta de Jay, si es que había
alguna. Pero el problema era que no sabía cómo decirle aquello. El cantante
lograba ponerle los pelos de punta con sólo una mirada, cosa que pocos
lograban.
Se estaba levantando de su asiento cuando ve salir a
Jared por la puerta principal del hospital. Parecía muy preocupado.
- ¡Hey!- lo llamó Hilary, notando cómo en su
estómago se formaba un nudo, nada parecido a esa sensación de mariposas del que
todos hablaban.
- Ah, acá estabas…- le dice Jared acercándosele con
las manos en los bolsillos de su campera- Te estaba buscando. En veinte minutos
nos pasa a buscar un chofer para llevarnos al aeropuerto y de ahí nos vamos con
los chicos a Inglaterra.
La chica quedó como soldada al suelo. ¿Acaso había
escuchado bien? ¿Jared había planeado llevársela nuevamente a esa isla sin siquiera haberle
preguntado?
- ¿Qué?- pregunta con mucho esfuerzo.
- Sí, ya me escuchaste- le dice poniéndole un mechón
de pelo detrás de la oreja-. Así que andá despidiéndote de tus amigas que en
unos minutos salimos.
- No, Jared- de a poco sentía cómo el calor iba
llenando cada rincón de su cuerpo-. No me consultaste nada acerca de esto, de
este viaje…
Ahora era Jay el que parecía una estatua. Una hermosa estatua de ojos de zafiro,
pensó Hil. Pero no iba a dejar que su hermosura o encanto la disuadieran de
abandonar ese sentimiento de rabia que estaba comenzando a desbordarla.
- Oh, Hilary, no seas terca- le dice el cantante
simulando una cálida sonrisa-. Si vos querés estar con nosotros. ¿Adónde vas a
ir si no? ¿De vuelta a casa, sola? ¿Con los idiotas de My Chemical? No seas
ridícula. Andá a buscar tus cosas- y tomándola de una mano, agrega:- Nos vamos.
La chica se suelta con fiereza de su mano, y lo mira
fijamente a los ojos.
- Ni vos ni nadie me va a decir qué hacer- ahora sí
su cara estaba del color de las frambuesas-. Te estaba por preguntar qué íbamos
a hacer allá que fuera mejor de lo que me ofreció Frank… Pero yo no pienso
estar con un tipo que me quiera manejar como si fuera su muñeca. Adiós.
Sólo se detuvo cuando hubo entrado al cuarto donde
estaba Avie. Cerró la puerta con fuerza tras de sí, y tuvo que apoyarse contra
una pared para no caerse.
- ¿Estás bien, Hil?-
le preguntó Avie acercándose y tocándole el hombro delicadamente.
Entonces Hilary, quien siempre se mostraba firme con
sus amigas, comienza a llorar a mares. Avie la abraza con fuerza, sin preguntar
el por qué de su tristeza. Ya se lo diría más tarde.